Nueva lección de cómo jugar con fuego y no quemarse




Con el bostezo permanente. Así se está acostumbrando el público del Camp Nou a vivir los partidos del Barça como local. Y con una santa paciencia, que es la que se debe tener cuando un equipo plagado de calidad técnica individual mueve el balón a un ritmo desesperantemente lento.

Entre silbido y silbido de un respetable cada vez más desencantado, el Barça tocaba y tocaba y el Racing aguantaba bien pertrechado, con dos líneas de cuatro bien definidas y dos delanteros presionando la salida limpia de balón. Pero parece ser que contra el Barcelona eso no basta. Cualquier pequeño fallo, el despiste más inoportuno, se convierte en gol.

Eso le pasó a César Navas, que despejó un córner de forma defectuosa dejando el balón en boca de gol y en la cabeza de Henry. El resultado no podía ser otro. Gol. Sexta diana del francés, con dedicatoria cómica hacia la curiosa manera de llevar los pantalones de Valdés.

Ahí se acabó el partido. El Racing sacó bandera de rendición, lo fió todo a un contragolpe o a alguna acción aislada a balón parado y guardó muy bien la ropa en defensa, pero se olvidó de nadar.

El Barcelona, por su parte, ni pudo ni quiso aumentar la renta en el marcador. Según Rijkaard, se trataba de guardar fuerzas para la Copa, pero el paupérrimo nivel ofrecido por los azulgrana en la noche de ayer, encuentra difícil disculpa. Si acaso, para la esperanza de los culés, volvió Messi, aún falto de ritmo y de esa chispa que lo convierte en imparable en el uno contra todos.